JAVIER SOLANA: «No se puede dejar a Turquía fuera de la UE como un electrón
libre en el mundo del terrorismo»
AMADEU ALTAFAJ/ El responsable de política exterior
de la UE defiende la necesidad de integrar a los turcos y destaca la importancia de este vínculo para la Europa política,
geoestratégica, económica y de la seguridad, en un presente amenazado por los terroristas y por las crisis profundas de Oriente
Próximo
BRUSELAS. Javier Solana, el Alto Representante
y futuro ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE), cuando entre en vigor la Constitución europea allá por 2007,
va a hacer un hueco en su desquiciada agenda de viajes para defender en debates y a pie de calle si hace falta la Carta Magna
que será firmada el próximo día 29 en Roma. A su entender, se trata de un paso fundamental en la consolidación del «mejor
modelo de cooperación para la paz» de la historia reciente. No sólo para sus más de 450 millones de habitantes, sino como
potencia que exporta estabilidad y paz en su entorno. Ése es uno de los argumentos principales que le empuja a defender la
apertura de negociaciones para la adhesión de Turquía en la UE.
-¿Tiene cabida Turquía en la Unión Europea?
-Apoyo
la propuesta que ha hecho la Comisión Europea: Turquía debe empezar esa negociación. Cuando hablamos de Turquía, no podemos
hacer un análisis sin dejar de pensar qué significaría una Turquía desenganchada totalmente de Europa, una potencia importante
en Oriente Medio como electrón libre. No basta con decir que son muchos ciudadanos, que la renta es más baja, etcétera. Hay
que pensar en las consecuencias de lo que sería un electrón libre de esas dimensiones en una región vecina de Europa convulsa
y en el mundo de hoy, el del terrorismo y de las crisis profundas en Oriente Medio. En el fondo, lo que hay que valorar también
es nuestra propia seguridad.
-¿Pero cumple con los requisitos democráticos y de Derechos Humanos mínimos para aspirar
al club europeo?
-Ésa es precisamente la fuerza y capacidad de transformación que genera el proyecto europeo. A mí
me ha impresionado mucho esta semana la visita al Parlamento Europeo de Leyla Zana para recibir el Premio Sajarov, que no
pudo recoger hasta ahora porque estaba en la cárcel por defender los derechos de la minoría kurda. Me impresionaron su coraje
y su agradecimiento a la Unión Europea porque gracias a ella fue amnistiada, se aceleraron las reformas democráticas y ahora
puede expresarse en una lengua por la que fue condenada. Ese testimonio y la presencia en Bruselas de Leyla Zana es la mejor
manera que Turquía tiene de hacer propaganda de sus reformas, es cara visible de esta evolución. Los turcos han ganado en
libertades colectivas, en los derechos de las minorías y en las reformas económicas, y eso ha sido causado por el enorme atractivo
que ejerce la Unión Europea. Pero insisto en la importancia de este vínculo para la Europa política, geoestratégica, económica
y de la seguridad.
-¿Por qué hay que votar, según usted, que «sí» a la Constitución Europea? ¿Participará en la campaña
del referéndum?
-Participaré en todos los debates en todos los países que pueda. Lo que voy a poner sobre la mesa es
el valor de Europa: significa la paz, la defensa de unos valores, la solidaridad entre los ciudadanos europeos y los del Tercer
Mundo. Somos un grupo de países, pronto 27, casi 500 millones de habitantes, el doble de la población de Estados Unidos, somos
la primera potencia comercial del mundo, una cuarta parte del PIB mundial. Y Europa no puede cerrar los ojos a lo que ocurre
en el mundo, debemos ser actores porque podemos contribuir a hacer un mundo mejor, en términos de justicia e igualdad. Europa
es por ello, sin duda, el mejor modelo de cooperación para la paz.
-¿Teme un giro autoritario en Rusia como reacción
a la masacre de Beslán?
-Para Rusia, la tragedia de Beslán es casi del mismo orden que la del 11-S para Estados Unidos.
Creo que la comunidad internacional no ha sido consciente del impacto que ha significado en Rusia ese tremendo atentado. Hablar
con mis amigos en Rusia, políticos y académicos, fue para mí una lección sobre lo que supuso el asesinato de niños por los
terroristas. No es muy distinto del sentimiento de un americano medio después del 11-S. Si uno piensa las reacciones que hubo
en Estados Unidos después del 11-S, también debe entender algunas reacciones que han tenido lugar en Rusia tras este atentado.
A los europeos quizá nos faltó la sensibilidad para reaccionar rápidamente en la expresión de la condolencia, del apoyo y
el afecto hacia un país y una sociedad que sufrieron un golpe durísimo.
Putin ha ganado las elecciones por segunda
vez y tendremos que ver cómo se comporta en su segundo mandato, que no será igual que el primero: hay una cierta tendencia
a recuperar centros de poder que en la época de Yeltsin fueron diseminados o centrifugados. Es pronto para saber qué significado
tendrá esto, si tendremos una Rusia más centralizada con una disminución de su evolución democrática, si vamos hacia una Rusia
más «a la europea» o más «a la china». Yo tengo la esperanza de que la proximidad con la UE nos llevará a una evolución de
Rusia en nuestra dirección.
Rusia y la UE son vecinos y es un aliado estratégico en muchos temas, es una faceta que
debemos tener en cuenta.
-¿Se equivocó entonces al mezclar las condolencias con la petición de aclaraciones?
-La
UE no hizo ningún comentario maligno, aunque quizá no tuvo una primerísima reacción de afecto y comprensión. No critico la
reacción que se tuvo, quizá sí la falta de alguna declaración de mayor comprensión del golpe tan duro que esa sociedad encajó.
Ahora tenemos un presidente con siete años por delante, un país con un crecimiento espectacular, impulsado por los precios
del petróleo, del que tiene un a producción muy cercana a la de Arabia Saudí. Ya no es una gran potencia porque tenga armas
nucleares, sino también porque tiene unas capacidades y una influencia desde el punto de vista de una variable tan importante
como la energía. Esas ligaduras atan mucho, crean vínculos comunes.
-Afganistán ha celebrado las primeras elecciones
democráticas de su historia. ¿Significa que se está apagando el foco de inestabilidad que fue?
-Las elecciones han
sido un gran éxito. Ver las colas de la gente votando, las declaraciones que hacían, incluso las mujeres votando, es un gran
éxito. Lo que hay que hacer ahora es transformar ese resultado electoral en la consolidación del país. Quedan las elecciones
al Parlamento, donde todas las tendencias y grupos étnicos de ese complejo país deben encontrar un acomodo. El momento es
muy oportuno para hacer tres tipos de cosas: que los «señores de la guerra» se incorporen a la vida política del país de modo
definitivo, que la lucha contra la droga sea eficaz y evitar que siga financiando algunos de los líderes regionales, y garantizar
la seguridad.
-¿Es Afganistán un ejemplo de transición hacia la democracia en esa región convulsa?
-La variable
temporal es muy importante. Piense que en 2005 los europeos vamos a desplegar todavía a 7.000 soldados en Bosnia, diez años
después del primer despliegue. Afganistán es un país mucho más difícil que Bosnia, con la presencia hasta hace poco de los
talibanes y con una situación de guerra desde los años 80. que en un país como ése se vea a la gente votar y se hayan resuelto
muchos problemas, nos debe dar una cierta esperanza. Habrá dificultades en el camino, pero es un gran éxito de la comunidad
internacional.
-En Irak, en cambio, aunque hay elecciones programadas para enero de 2005, la situación sobre el terreno
es caótica. ¿Ve posible la estabilización a corto plazo?
-Mi deseo es que el plan que se aprobó en las Naciones Unidas
se lleve a la práctica, con un calendario de reformas y elecciones en tres fases. La realidad es que las condiciones de seguridad
no se dan todavía para que haya elecciones en todo el país. Hay algunos datos positivos. Por ejemplo, que El Sador quiera
incorporarse al proceso político y abandone las armas. También hay elementos negativos. En Irak hay mucha gente que tiene
un gran interés en que no se produzcan esas elecciones, por razones políticas, porque esperan situaciones más favorables para
obtener mejores resultados, etcétera. No me atrevería a decir en esta hora cuál va a ser el resultado.
-¿Considera
superada la querella entre partidarios y detractores de la intervención armada?
-Desde el punto de vista conceptual,
hay una tendencia creciente a reconocer que la acción en Irak no fue acertada. Hemos visto a Blair casi reconocer el error.
Dicho esto, no se puede poner la moviola a cero y el interés de todo el mundo es que Irak sea estable, con una integridad
territorial garantizada y que juegue el papel que le corresponde en la región por su riqueza y su tamaño. El riesgo de una
fractura en Irak sería terrible.
-Otro actor clave en esa región es Irán, que Estados Unidos sitúa en el «eje del mal»
pero que la UE corteja. ¿Por qué esa divergencia?
-En el tema de Irán, Europa ha reaccionado rápidamente ocupando un
terreno necesario, puesto que Estados Unidos no tiene relaciones con Irán. Y un país de esa importancia no puede quedarse
sin relaciones. Son difíciles, pero es fundamental. Nuestro objetivo es claro: que no haya más armas nucleares en una región
en que ya hay demasiadas armas. Vamos a tener en los próximos días reuniones con los líderes de Irán, los tres ministros de
Asuntos Exteriores más yo mismo para buscar fórmulas que nos permitan ofrecer a Irán suficientes garantías sobre su seguridad,
su peso específico en la región y la cooperación económica como contrapartida a que abandonen toda tentación de avanzar por
la vía de tecnologías que les permitan obtener armas nucleares. Más armas nucleares en Oriente Medio sería un disparate.
-El
proceso de paz entre Israel y sus vecinos árabes parece haber entrado en vía muerta. En el entorno de Sharón se ha apuntado
que la retirada de Gaza sería una estrategia para sumergirlo «en formol».
-El pasado 24 de septiembre en Nueva York,
el «cuarteto» recuperó una terminología que parecía abandonada. Se pidió la congelación de los asentamientos, se tomó nota
de lo que la Corte Penal Internacional había dicho del «muro» y dimos un apoyo a la salida de Gaza siempre que se hiciera
dentro de un plan contenido en la Hoja de Ruta. Es decir, que no fuera Gaza y punto y aparte. Abandonar Gaza dentro de una
retirada total, eso lo vemos positivamente. Si Gaza es solamente un gesto para retrasar o congelar la retirada total, no colaboraremos
en semejante operación.
-¿Qué ocurrirá si en las elecciones municipales de diciembre en los territorios ocupados vencen
los candidatos vinculados a Hamás, como apuntan los sondeos?
-Hay cuatro cuestiones en las que estoy trabajando. Vamos
a hacer un esfuerzo en contacto con Egipto para reforzar las capacidades de seguridad de la Autoridad Palestina, que ha tenido
golpes muy duros. Eso ya se puede poner en marcha en cualquier momento, pero se necesita que la Autoridad Palestina ponga
a un interlocutor y la cooperación del Gobierno de Israel. En cuanto a las elecciones municipales, hay que conseguir que la
comisión electoral sea realmente neutral y que haya un cambio de representación en los territorios. Estaríamos dispuestos
a ayudar económicamente en la salida de Gaza si eso formara parte de un plan de salida total de los territorios. Pero Israel
debe saber que no será fácil que haya dinero para Gaza si no está implicada en un plan de mayor alcance.
-¿Es hoy por
hoy factible llegar al Estado Palestino que prevé la Hoja de Ruta?
-Los elementos fundamentales de un Estado son la
seguridad y las finanzas. Sobre el segundo hemos avanzado mucho. Pero no tenemos el mismo sentimiento sobre la componente
de seguridad. Si no hay voluntad política por parte de la Autoridad Palestina, no se podrá hacer. Es muy importante que Arafat
dé los poderes a un primer ministro en todos los ámbitos, incluida la seguridad. Si eso no se produce, faltará credibilidad
al proceso.
-¿Le ha decepcionado Arafat?
-Es muy difícil juzgar a una persona como Arafat. La Historia lo situará
en su sitio, pero no creo que lo sitúe muy lejos de ser la persona que hizo que el pueblo palestino atravesara el desierto.
Ahora, sí me gustaría que tuviera la generosidad y la altura de miras para dejar de ser solamente el líder de un movimiento
de liberación y empezara a dejar construir las bases para un Estado. Tiene que creerse de verdad que hay la posibilidad de
tener un Estado e irse preparando. La delegación de funciones hacia un Gobierno con un primer ministro me parece fundamental.
Lo peor que nos podría pasar, mi miedo, es que se creara un clima de violencia e inestabilidad en Oriente Medio por el que
el Estado palestino fuera un Estado fallido antes de nacer.
-¿Qué está en juego para el mundo en la elección presidencial
en Estados Unidos?
-He seguido todos los debates con detenimiento y los ciudadanos norteamericanos tienen dos opciones
claras en la mayoría de los temas. En el debate sobre Irak, toda la información que se va conociendo pone de manifiesto que
no fue un acierto. No creo que se pueda decir legítimamente que el mundo es más seguro hoy que antes de iniciar el conflicto
de Irak. A eso se le unen unos elementos que han tenido una distribución mediática extraordinaria, como las imágenes de la
cárcel de Abu Ghraib, que serán muy difíciles de olvidar. La simpatía o el afecto hacia Estados Unidos ha disminuido en muchas
partes. Eso no quiere decir que no se pueda recuperar.
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